( Xavi Jurio)
Barcelona
18/03/2023 06:00Actualizado a 18/03/2023 06:24
España es hoy más multigeneracional que nunca. En la sociedad más longeva que ha existido conviven al menos cinco generaciones distintas. Pero que coincidan no quiere decir que interactúen o cooperen entre sí.
De las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y del Imserso se desprende que las relaciones intergeneracionales, sobre todo en el caso de la población mayor de 65 años, están muy circunscritas al ámbito familiar. Según el informe de mayores 2018 , apenas el 37,6% mantiene lazos de amistad con alguien menor de 35 años; y los jóvenes tampoco tratan con séniors que no son sus padres o abuelos. De hecho, el 80% de las relaciones de los mayores son con personas de edad similar.
“Hay una diferencia entre multigeneracionalidad e intergeneracionalidad; inter hace referencia a la capacidad que tenemos, personas y entidades, de sacar provecho de esta diversidad, de hacer que personas de distintas generaciones no solo pasen tiempo juntos sino que hagan cosas juntos, aprendiendo unas de otras, aportándose y mejorándose”, explica Eleonora Barone, consultora de innovación intergeneracional que lidera el proyecto mYmO y autora de la guía que sobre esta cuestión ha presentado recientemente el Centro Internacional sobre Envejecimiento (Cenie).
Relaciones interetarias
La suya es una de las muchas voces que han comenzado a hablar de la necesidad de crear escenarios de encuentro e interacción para las relaciones interetarias en el espacio público, en el mundo laboral y en la familia. Y no sólo para evitar problemas de aislamiento y soledad de las personas mayores, sino como herramienta imprescindible en una sociedad donde la longevidad ya no permite concebir la vida en tres o cuatro etapas estancas y que necesita construirse de forma conjunta para que todos ganen, jóvenes, adultos y mayores, favoreciendo afectos en lugar de alentar posibles luchas de generaciones.
Xavi Jurio / Colaboradores
A este respecto, Juan Martín, responsable del Cenie, remarca que una sociedad longeva no es una sociedad de viejos, sino una donde sus miembros viven muchos años, y ese ciclo vital tan amplio también condiciona a los jóvenes, que deberán preocuparse desde niños por cuidar la salud, por tener una oferta formativa que les permita entrar y salir del mercado laboral en diferentes momentos de su vida, por disponer de recursos financieros hasta el final de sus días…
Anticiparse al choque generacional
Y por si alguien duda de que a los jóvenes les interese asociarse más con los mayores, Martín recuerda que “en 2050 los mayores de 65 años serán más del 30% de la población y más del 40% del cuerpo electoral. ¿Y qué reclamarán? Políticas que les favorezcan. Y las organizaciones que quieran atraer ese voto tomarán medidas para ese grupo electoral, y eso nos puede llevar a un gran fracaso social por la vía del choque generacional”. Sin olvidar, apunta, que el sistema de pensiones está basado en la solidaridad intergeneracional y que por ello es imprescindible que cualquier cambio se planifiquen con la intervención de personas de distintas edades.
Barone apunta que la intergeneracionalidad no es solo ser solidarios, sino saberse interdependientes “y es la vía para lograr la necesaria cohesión y el mejor modo de rentabilizar el talento de las personas, sea junior o senior”. Pero, precisa la consultora, no consiste en juntar a mayores y jóvenes en el mismo espacio sin más, porque eso conlleva riesgos y en lugar de facilitar un acercamiento puede contribuir a reforzar estereotipos de edad o agravar conflictos existentes.
Hay que dejar de empaquetar a las personas por edad y hacerlo por objetivos y motivaciones”
Eleonora BaroneConsultora e impulsora de mYmO
El objetivo, dice, es trabajar con una visión integradora, dejar de empaquetar a las personas por edad y reunirlas por motivaciones y objetivos compartidos, en los servicios públicos y en las empresas. “Dos empleadas de 50 años pueden no compartir generación laboral si una lleva en la empresa cinco meses y otra 15, y, en cambio, un trabajador de 30 y otro de 70 pueden sí ser de la misma porque ambos van en silla de ruedas; y eso también pasa en la universidad, en vez de ofrecer itinerarios y cursos diferenciados para jóvenes y mayores se deberían establecer por objetivos -si quieres trabajar de ello o no-, o por nivel educativo”, ejemplifica.
José A. Herce, doctor en Economía y socio fundador de LoRIS que también ha intervenido en la elaboración de la guía del Cenie, enfatiza que la interacción de personas de diferente edad conlleva no sólo beneficios sociales, sino también políticos y económicos.
“Las personas mayores atesoran experiencia y lealtad a la cultura empresarial, unas virtudes extraordinarias que hacen que no podamos descartarlas ni actuar como si no existieran; hay una necesidad objetiva de utilizar fuerza profesional sénior porque hay carencia de talento cualificado”, dice.
Añade que no discriminar a los empleados por edad, propiciar espacios de coliving y de convivencia para que los mayores trasladen conocimiento a los más jóvenes también puede ayudar a animar la participación política y equilibrar las demandas más o menos conservadoras.
“Las personas mayores votan más, han tenido una participación política más activa, han vivido la historia reciente del país y pueden contribuir a darla a conocer a los jóvenes para que no se queden descolgados y al margen”, indica Herce.